jueves, 22 de agosto de 2013

Un año y medio de la Tragedia de Once

La Corrupción mata

Por Juan Ignacio Lanari

   
Miércoles 22 de Febrero del 2012, el reloj marca las 08:32 de un día normal, como cualquier otro. Miles de personas se acercan a la Capital provenientes del  conurbano bonaerense. Desde la zona oeste el medio de transporte por excelencia es el tren, puntualmente la línea Sarmiento (concesionada a la empresa Trenes de Buenos Aires, del grupo Cirigliano). La formación n° 3772 que lleva  a sus pasajeros a sus trabajos, sus escuelas, sus facultades, sus obligaciones, se acerca al andén. Los más de 1200 pasajeros que están distribuidos en los ocho vagones no esperan ni tienen idea de  qué es lo que está por suceder, muchos ni siquiera se van a dar cuenta, otros van a vivir los minutos más desesperantes de su vida. En verdad nadie espera lo que va a pasar-bueno en realidad hay varios que si lo saben, o que lo preveen, o que hicieron todo lo posible para que pase-. Lo cierto es que esa formación no dejó a las personas en su trabajo ni en su facultad ni en su colegio ni con su familia, el tren identificado con la chapa n° 16 no pudo frenar y se impactó contra los paragolpes del andén n° 2 de la estación Once.
   52 fueron las vidas que se llevó ese tren;  52 personas que no regresaron ni regresarán a sus casas nunca más. Más de 700 resultaron heridas, todas ellas víctimas de la desidia, la corrupción y los negociados. Víctimas de un sistema que pretendió robar  y estafar en silencio, pero que no pudo evitar dejar marcas como ésta, que va a quedar grabada siempre en la memoria de todos los que no podemos soportar que la corrupción se robe las vidas del pueblo.
   Un desmantelamiento como el que sufrió el ferrocarril en la República Argentina no se produce  en dos o cinco años, lleva mucho tiempo, mucho silencio, muchos cómplices, muchos responsables que por acción u omisión aportaron su granito de arena para desarmar a los trenes.
   El primer ferrocarril argentino, inaugurado en 1857, fue curiosamente el Ferrocarril del Oeste (actual Línea Sarmiento), en un principio era de capitales británicos hasta el año 1948 cuando Juan Domingo Perón los nacionalizó y creó  la empresa Ferrocarriles Argentinos, que hizó crecer el sistema ferroviario hasta llegar a los 48 mil  km de vías. A partir de 1955, el Estado argentino, en manos de la autodenominada “Revolución Libertadora”, decidió reducir la inversión en el sector y, de este modo, empezar el desmantelamiento de los trenes.  Desde 1955 hasta 1990 se siguió la misma política que buscaba desarmar el sistema ferroviario argentino. Cuando asumió la presidencia Carlos Menem,  había 29 mil km de vías en el país (casi 20 mil  menos que en 1948).
   La gestión de Carlos Menem tuvo que resolver el destino de los trenes, o invertir gran cantidad de dinero para mejorarlos o privatizarlos. Fiel a sus ideales y al contexto internacional de aquel momento, el ex presidente anunció: “Ramal que para, ramal que cierra”, dejando claro qué camino iba a tomar su gestión.
   Por decisión del Poder Ejecutivo Nacional, la empresa Ferrocarriles Argentinos fue desarmada y privatizada. En 1995, la Línea Sarmiento que ya había pasado de tener cuatro mil  km de vías a 2900, se concesionó junto con la línea Mitre a la empresa Trenes de Buenos Aires.
   La justificación  que dio el gobierno en ese entonces fue que Ferrocarriles Argentinos era deficitaria e ineficiente. La realidad nos muestra que si bien el gasto público se redujo, no se justifica  por la cantidad de millones de pesos que el Estado destinó desde la privatización para mantener un servicio prestado por capitales privados. Otra característica no menos importante es el personal que se redujo a partir de las privatizaciones de 90 mil  a 20 mil trabajadores dejando cerca de 70 mil  ferroviarios desocupados.
   
Las empresas privadas buscaron, desde su intervención en los trenes,  aumentar su ganancia reduciendo al máximo los costos  de prestación del servicio. Los trabajadores sufrieron y sufren la explotación laboral, la tercerización y la multifuncionalidad. El servicio empeoró con el paso de los años por la desinversión y la falta de mantenimiento del material rodante.
   En los últimos años la situación no cambió, puntualmente TBA, la operadora de las Líneas Sarmiento y Mitre, continuó beneficiándose con los subsidios del estado y lucrando con un servicio que no cumplió con lo pactado en el contrato de concesión. La empresa del grupo Cirigliano recibió numerosas denuncias por parte de los usuarios, los trabajadores, la Auditoría General de la Nación y la Comisión Nacional de Regulación de Transporte. Sin embargo, el  Estado prefirió mirar para otro lado y no prestarle atención a un problema que hace ya muchos años atrás podría haber terminado con una tragedia como la de Once.
   En 2007 la Auditoría General de la Nación presentó un informe que revelaba la alarmante situación de TBA. En éste se detalla el deterioro del mantenimiento edilicio de las estaciones, el pésimo estado de los pasos a nivel, la falta de mantenimiento del material rodante y la ausencia de respuestas por parte de la empresa.
   Cuatro años más tarde, en 2011, La CNRT informó a Juan Pablo Schiavi (ex secretario de Transporte) un “pronunciado déficit de mantenimiento”, “fallas preocupantes desde el punto de vista de la seguridad por gravedad y repetición” y  “fallas en la señalización y telecomunicaciones”. Incluso el informe aconsejaba  la reducción de la velocidad por el mal estado de las vías.
   Misteriosamente el Estado no escuchó, o no quiso escuchar  los reclamos y las denuncias. Hay algo que llama la atención: ¿Qué hizo TBA con los subsidios que el Estado destinó todos estos años? En total, la empresa recibió desde 1995 hasta 2012  cerca de 4 mil  millones de pesos, que no se evidencian en las inversiones realizadas en ese período.
   Más de 90 millones de pesos en multas debía TBA al estado en 2012, mientras que en el contrato de concesión se estableció un tope de 30 millones para no perder el servicio. Es decir, se pudo haber intervenido la concesión a la empresa al grupo  Cirigliano por incumplimiento del contrato.
   Finalmente el Estado rescindió el contrato de concesión a la empresa Trenes de Buenos Aires en mayo del 2012, tres meses después de la tragedia. Parece que fue necesario que 52 personas perdieran la vida para que el Estado se ocupe, a medias, de los problemas en el transporte ferroviario de pasajeros.

   La tragedia de Once no fue un accidente, se pudo haber evitado. Hubo un proceso que se inició en la década del noventa con las privatizaciones que eligió un beneficio económico en detrimento de la seguridad de los usuarios, hubo gobiernos cómplices  que miraron para otro lado y prefirieron continuar sus negociados con los grandes grupos económicos en vez de trabajar en favor del pueblo. Sin ellos esto no hubiera ocurrido. No fue el destino. Fue la desidia, los negociados y la impunidad los que ayudaron a que esto ocurra. Sólo faltaba ponerle fecha y lugar, porque lo que ocurrió el 22 de Febrero del 2012 es un ejemplo de que la corrupción, mata.

La Barca Cubana, agosto 2013.

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