Por Mariano Aleksink
La primicia que se dio
el 13 de marzo de 2013 delimitó una nueva frontera en la Iglesia Católica,
permitiendo que luego de siglos de monopolio electivo, por primera vez, la
cabeza eclesiástica surgiera de las raíces mismas de la pobreza y la humildad
en América Latina. La designación de Jorge Bergoglio como el sucesor de
Benedicto XVI se encuadra dentro de un
movimiento radical por parte del Vaticano en pos de darle una nueva imagen a la
Iglesia, más cercana a los pobres y los desposeídos pero sin olvidar aquellos
dogmas y principios sociales que han caracterizado al catolicismo,
principalmente en los siglos XX y XXI.
No es novedoso que el papa francisco haya
causado un gran impacto en la clase media y media baja, modificando
radicalmente la participación y divulgación de fieles a lo largo de toda la
Argentina. Sin embargo, lo curioso en este punto es que éstas mismas masas
populares que hoy en día reivindican su fe en el catolicismo, son las cuales
adhieren día a día su fe al proyecto político kirchnerista.
Es aquí donde,
analizando ambas posturas, encontramos un antagonismo, principalmente al poner
en tela de juicio los logros civiles alcanzados durante la última década. ¿De
qué se trata principalmente esto? La legalización del matrimonio homosexual y
la puesta cotidiana de cualquier aspecto que se le asemeje generaron dentro de
la sociedad argentina un fuerte debate mediático y social que permitió que
hasta el día de hoy, quizá con menos fuerza, se mantenga en la agenda
cotidiana.
A partir de este punto
es que analizaremos al Papa como un actor político y no como uno religioso.
Durante
los últimos años, uno de los grandes objetivos de la Iglesia ha sido mejorar su
imagen en el mundo y así, poder retener adeptos, situación que se ha visto
cuesta arriba con el auge de las Iglesias de tendencia evangelista.
Considerando esto, si se considera a la Argentina como un actor de importancia
en América Latina, y se tiene en cuenta que el 88% de los habitantes han sido
bautizados en el seno de la Iglesia Católica, la duda recae en lo siguiente: si
el papa Francisco logra una reorganización de la Iglesia argentina, forzando
así una unión y un grupo de presión político de importancia, ¿es posible que se pueda dar un retroceso en
la estructura de logros en materia de derechos civiles anteriormente
mencionados?
Al corto plazo, solo
parece que esta hipótesis queda alejada de cualquier realidad. Sin embargo este
debate debe quedar presente para no olvidar que por más lejana que parezca una
realidad, siempre hay una posibilidad latente de que lo imposible se vuelva
posible. No obstante, no hay que olvidar que hay un hecho no que no ha sido
analizado todavía y que podría definir con creces el resultado de esta
incógnita.
La relación
Estado-Iglesia es un tema que se debería prestar con atención. Es sabido que
durante la última década desde la cúpula oficialista se han promulgado
políticas que van en contra de aquellos principios que ha defendido el
catolicismo a largo del tiempo, como el ya mencionado ley de matrimonio
homosexual. Sin embargo, desde marzo de este año, la relación lejana que se ha
dado ha cambiado rotundamente. ¿El motivo de este cambio? No cabe duda que es
un movimiento político por parte del oficialismo en pos de querer mantener
cercana a todo la sociedad católica en un año electoral, por lo que podemos
definir a esto como una estrategia meramente periférica, sin ningún tipo de
profundidad ideológica. Aun así, queda en manos de ambos líderes políticos el
hecho de saber manejar con astucia cualquier declaración y aparición pública
que tenga que ver o involucre directamente a ambos líderes.
La Barca Cubana,
junio 2013.
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