domingo, 28 de julio de 2013

Antes del fuego...la chispa (publicado en edición julio 2013)

60° aniversario del inicio de la Revolución Cubana

“…En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá…”
   *Fragmento final del alegato de defensa de Fidel Castro durante su juicio del 16 de octubre de 1953

   Estas fueron las últimas palabras que Fidel Castro pronunció en su juicio. Como abogado que era decidió defenderse a sí mismo. Muy dentro de él tenía en claro que estas palabras quedarían en la historia, que su ambición revolucionaria no se detendría ante una condena, que a esa altura, ya estaba determinada. Sus captores eran voraces, implacables y  estaban convencidos de que esa isla perdida en el Caribe era suya. Que las penas de un pueblo pobre y analfabeto son consecuencias regulares de la libertad de mercados, que en la historia humana las desigualdades son lógicas  y combatirlas es prácticamente ir contra la naturaleza con la que se desarrollan los acontecimientos.
   Con seguridad, este proceso judicial fue consecuencia de sucesos que marcarían para siempre la vida de dos hombres, antagónicos y contrapuestos. Que muy probablemente el relato de sus vidas hubiera sido totalmente diferente sin la sorpresiva aparición de su contraparte. Estos individuos son: Fulgencio Batista, Presidente de facto de la Republica de Cuba y Fidel Castro, jefe al mando de un pequeño grupo de jóvenes revolucionarios que el 26 de julio de 1953, con el asalto al cuartel de Moncada, escribiría el primer párrafo de una historia que concluiría el 1ro de enero de 1959. Ese día marco el triunfo de La Revolución Cubana y este abogado devenido en guerrillero, se convirtió en el líder político que transformaría la sociedad cubana hasta nuestros días.
   En la década de los 50’ en la isla de Cuba, la historia se definió por la lucha de poderes de estos dos individuos, que encajaban de forma perfecta en la llamada guerra fría. Un mundo bipolar cortado transversalmente entre dos áreas de influencia, el capitalismo y su “tierra de oportunidades” y el comunismo con su “dictadura del proletariado”. Ese enfrentamiento silencioso erigió muros y cabo trincheras en diferentes países del globo entre 1945 y 1991.
   El capital, el status quo, el orden establecido, era personificado en Fulgencio Batista, tirano que azotaba a la isla  desde 1952. Batista jamás se acomplejo por el hecho de que los hilos que sujetaban sus manos eran visibles desde cualquier lugar de éste hemisferio. Desde su oficina en La Habana, éste peón de los intereses estadounidenses, se procuró mirar al norte antes de cada designación, cada acción de gobierno, fue así como EEUU logró por esos años tener un poder sobre la isla nunca antes visto. Los años de las colonias y los imperios de ultramar habían pasado de moda. La definición que mejor le cabía a la Cuba de Batista no era la de “colonia” sino la de “prostíbulo” ya que los negocios de casinos, drogas, contrabando y prostitución habían convertido a la isla en el paraíso de los mafiosos estadounidenses que no eran bienvenidos del otro lado de la costa.
   Ese país que los adinerados de la sociedad norteamericana elegían para veranear y pasar sus semanas de ocio ocultaba algo atrás del lujo de los grandes casinos de La Habana. La situación del proletariado cubano era alarmante. Como argumentó Castro en su juicio por los acontecimientos de Moncada:
   •El 85% de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y sufría la amenaza permanente del desalojo cuando más de la mitad de las mejores tierras estaban en poder de compañías extranjeras y una gran proporción de la población era analfabeta.
   •400.000 familias del campo y la ciudad vivían hacinadas y casi dos millones y medio de la población urbana pagaba altos alquileres por las casas que ocupaban.
   •El 90% de los niños del campo eran devorados por los parásitos.
   •La existencia de más de un millón de desempleados.

   En esa realidad, el joven abogado de 27 años abrazó los enunciados que grandes revolucionarios habían expuesto antes que él. Ciertamente influenciado tanto por la revolución rusa y sus héroes como por José Martí (escritor y revolucionario cubano de finales de siglo XIX). Fuertemente sensibilizado por la situación de las clases marginales de la sociedad cubana y encolerizado por la opulencia, el lujo y el exceso de los círculos aristocráticos del poder de turno, Castro denunció al jefe de estado ante el Tribunal de Urgencia en marzo de 1952 por las reiteradas violaciones de los derechos de los ciudadanos cubanos. El Tribunal, que sólo era otro resorte del aparato estatal que respondía a Batista y sus socios, rechazó la denuncia. De esta forma, Fidel como otros intelectuales, profesionales o simples jornaleros conformaron en 1953 un modesto grupo armado que se propuso asaltar el cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba (extremo este de la isla) como puntapié inicial de lo que sería un levantamiento revolucionario de las masas trabajadoras en su conjunto.
   La acción se concretó en la madrugada del 26 de julio de 1953 en la que participaron 131 combatientes organizados en dos columnas, una al mando del mismo Fidel y otra al mando de su hermano Raúl. Tanto los documentos históricos como los testigos presenciales concuerdan que el resultado de la contienda se determinó a favor de los defensores básicamente por la inferioridad de las fuerzas revolucionarias en hombres y armamento, como también la rápida movilización de los ocupantes que dinamitó el factor sorpresa, pieza clave del plan de asalto. Los días que prosiguieron a la derrota, se caracterizaron por las múltiples ejecuciones de prisioneros que llevaron a cabo los vencedores por órdenes directas de Fulgencio Batista.
   A pesar de la derrota, el asalto al Cuartel de Moncada marca el inicio de La Revolución Cubana. Que una vez concretada en 1959, luego de años de lucha guerrillera en las sierras del este de la isla, daría paso al primer gobierno marxista de toda America latina. Convertiría a Cuba en el rival más importante de los EEUU en el continente hasta nuestros días y cambiaria de forma radical a la sociedad cubana bajo el modelo socialista implantado por Castro en 1961. A tal punto de permitirse que convivan los niveles más altos de alfabetización y promoción de profesionales con paradigmas estalinistas y totalitarios que harían de Cuba, a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX, un mosaico de paisajes sociales que generan amor y repulsión en idénticas proporciones.

La Barca Cubana, julio 2013.

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