miércoles, 10 de julio de 2013

¡Nunca Más! (publicado en revista junio 2013)


Entrevista a Genoveva Ares, secuestrada por la dictadura en 1977




Por Juan Ignacio Lanari
Y Mariano Aleksink
Son las cinco de la tarde de un típico viernes de otoño. La localidad de Temperley, al sur del conurbano bonaerense, nos ofrece la imagen de una plaza que, a esta hora, se encuentra mucho más tranquila que en hora pico cuando miles de personas se acercan a la estación para ir a su trabajo, escuela o facultad. En frente de la estación, en un bar, esperamos a Genoveva Ares. Una ex militante de la Juventud Comunista durante la última dictadura cívico-militar. Una mujer con ideales, con proyectos, que fue secuestrada por pensar distinto, por querer cambiar la realidad.
Hoy, a 37 años del golpe de estado que dio origen al proceso más oscuro de la historia argentina, Genoveva nos cuenta su experiencia.

-¿Cuándo empezaste a militar?
   -Apenas empecé la facultad, empecé la militancia estudiantil para organizarnos. Algunos ya tenían experiencia en otras universidades y otros, como yo, éramos nuevos en el tema. La actividad era unitaria, para defender la Universidad abierta, en ese momento la Universidad de Lomas de Zamora funcionaba en el colegio Normal de Banfield.
-¿En qué agrupación militabas?
   -Yo pertenecía al Movimiento Universitario Reformista (MUR), que era la expresión universitaria de la Juventud Comunista. En la facultad también estaba la Juventud Universitaria Peronista (JUP), trabajábamos en conjunto para defender la universidad de la intervención.
   -¿Eras consciente en ese momento de todo lo que estaba pasando?
   -Sí, muy consciente de que podíamos alcanzar el objetivo que queríamos, de eso éramos conscientes. De que si trabajábamos en conjunto, si lográbamos un programa en común, nos podíamos acercar al objetivo, que de hecho se logró en Lomas por un tiempo.
-¿Cómo influyó en la militancia la tensión política del país?
   -Empezó a influir con el asesinato de Hugo Hansen (militante de la UNLZ asesinado el 30 de marzo de 1974 a metros del rectorado de la universidad, donde se estaba realizando una toma en contra de la intervención).Esta presión fue avanzando con el gobierno de Isabel Perón y el proceso Ivanissevich, que quiso ponerle un corte a todo este proceso de participación y de un nuevo proyecto político. La única Universidad que pudo superar la intervención en 1975 fue Lomas de Zamora. Nuestra pelea fue previa a 1976. De hecho, el interventor de la facultad mando a allanar la casa de 20 militantes el 20 y 21 de agosto de 1975.
-¿Cuál era el objetivo de esta operación?
   -La orden decía “terminar con el accionar subversivo en la Universidad”, por eso se solicitaron los allanamientos. Una vez realizados, la Policía le llevo al rector un informe con los procedimientos realizados y los resultados obtenidos. Todos pasamos a disposición del juez Molteni. En mi caso salí rápido porque no me secuestraron nada, pero figuro en la División de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires (DIPBA). Ese archivo se encontró en los noventa en La Plata y se utilizó como prueba en los juicios.
-¿Cómo fue tu primera detención en tu casa, en 1975?
   -Horrible, ¡el lugar más seguro que pensás es tu casa!, aparte fue de noche. Fue muy feo, pero peor fue encontrarme en la superintendencia de Lanús que entraban a patadas a Mastrangelo y a su novia, junto a unos compañeros y escuchar cómo los torturaban esa noche.
-¿Qué consecuencias trajo esta intervención?
   -Desmanteló todo el proyecto que había de trabajo en conjunto con el municipio, desarticuló la Universidad y desarmó el plan de estudios. Vació de contenidos las materias. Mucha gente tuvo que desertar. Yo seguí en ese momento, pero en el segundo cuatrimestre de 1976 tuve que dejar la facultad.
-Dos años después, en 1977, sufriste una segunda detención, ya instaurado el gobierno de facto, ¿Cómo fueron las características esta vez?
   -En ese momento yo había cambiado de trabajo (antes trabajaba en la embajada de Cuba), hacía pocos días había empezado a trabajar en Lomas a pocas cuadras de mi casa, tenía pensado terminar la carrera de periodismo y dedicarme a eso en el futuro. La noche del 14 de Mayo de 1977 los tipos entraron a mi casa rompiendo todo, metieron a mis papas en la cama y estuvieron esperándome varias horas hasta que llegara del trabajo. Se llevaron todo lo que pudieron, y cuando entré cotejaron mi cara con una foto carné que tenían. Ahí me llevaron afuera y estaban golpeando a Gabriel (mi novio), nos subieron en autos distintos y nos llevaron, en ese momento decidí no cerrar los ojos para ver a donde me llevaban.
 -¿Qué ibas pensando en el trayecto del viaje?
   -Que iba a ser largo lo que me esperaba, largo y difícil. Yo conocía a otros compañeros que estaban secuestrados, como “Moncho” (Ramón Pérez, militante de la UNLZ desaparecido el nueve de Noviembre de 1976 en Temperley). Me había puesto una idea: yo sólo iba a hablar de mi militancia en la facultad que en ese momento ya estaba prohibida.
-¿Qué era lo que buscaban?
   -Ellos querían saber por qué me quería ir a España (por una beca solicitada para ir a estudiar al país europeo a comienzos de 1976), yo les dije que no me quería ir, que me quería quedar acá. Otra parte de la conversación era sobre mi militancia política, mi nombre de guerra y otras cosas que solían preguntar, por suerte no me acordaba ningún nombre. Mientras a mí me torturaban para sacarme información, yo escuchaba cómo le pegaban a Gabriel en la habitación de al lado.
-¿Tu novio también era militante?
   -Sí, era militante pero no de la facultad, él pertenecía a la Juventud Comunista. De él no tenían ningún dato, nada de nada. Le pegaron tanto que puede ser una de las causas por la que lo tuvieron tanto tiempo (fue liberado 43 días más tarde).
   -¿Pudiste identificar dónde estuviste detenida?
- El lugar donde establecí que estuve, y más tarde logré comprobar es en Vesubio. Lo identifiqué por no cerrar los ojos y ver el recorrido, me llevaron por camino negro y después por la Dellepiane, después bajaron en puente 12, ahí había una dependencia de suboficiales del ejército.
-¿Esa misma noche te torturaron para sacarte información?
- Si, esa noche me torturaron en varias tandas, me dejaban sola mientras hacían ruido con unas chapas, y me hacían escuchar cómo le pegaban a Gabriel afuera. Después, en la segunda parte de la tortura, logré ver una Esvástica quemada en un telgopor. Cuando volvieron a entrar a la habitación estaban mucho más violentos, me decían que más vale que hable porque sino iban a llamar al “Oso” que era el especialista en violaciones. Me torturaron con la picana a una intensidad muchísimo mayor hasta que perdí la conciencia, supongo que fue un paro. Cuando me desperté había alguien haciéndome masajes cardíacos y diciendo “se nos va, se nos va”. Después de estas sesiones de torturas, me arrastraron desnuda hasta unas “cuchas” que habían afuera, donde me ataron para que pase la noche. Una vez en la cucha empecé a gritar hasta que una señora que estaba al lado mío me dijo que me calle porque me iban a matar, y ahí me desvanecí y no me acuerdo de nada hasta el día siguiente. Cuando me desperté me volvieron a llevar adentro para torturarme otra vez. Después de eso, al ver que no tenía información, me hicieron bañarme y me dijeron: “Te vas a ir”. Al principio no entendía para que lo hacían, hasta que me di cuenta que el objetivo de ellos era amedrentar para que pienses que así como te pasó podrías estar desaparecido, no estar acá.Al día siguiente, después de darme de comer, me llevaron de noche y me dejaron a una cuadra de mi casa, cuando me soltaron me dijeron: “Ni se te ocurra pisar la Universidad de Lomas porque sos boleta”. A Gabriel lo tuvieron 43 días más, cuando lo soltaron cerca de la Firestone (Llavallol), pesaba 20 kilos menos.

-¿Cómo siguió tu vida después de esto?
-Me tuve que mudar, no podía seguir viviendo en mi casa. Me fui a lo de una amiga en Ramos Mejía, con tanta casualidad que el colectivo que me tomé para ir pasaba por camino de cintura  y en el momento que pasó por el centro de detención me di cuenta y me dije: “Ahí estuve y ahí está Gabriel”, no sabés el miedo y la desesperación que me agarró en ese momento.
-¿Cómo se vivía desde la militancia política el “Algo habrán hecho”?
-Era muy feo, yo me había quedado muy enemistada con mi barrio porque escucharon todo lo que pasó y no hicieron nada. Yo lo viví como una cosa fea, porque sentía que no le importaba, no le interesaba al resto de la sociedad lo que me pasaba, entonces se creaba una distancia. Yo no sentía el tema del “Algo habrán hecho” como algo peyorativo. Algo hicimos, hicimos algo para que todos estén mejor, esa era la postura. Me involucré, hice algo, pero no hice nada ilegal. Involucrarte para que algo mejore es lo que uno tiene que hacer. Por eso seguí militando, por los Derechos Humanos, en la búsqueda de los desparecidos.
-¿Qué significó el regreso a la Democracia para vos?
-El regreso a la Democracia significó muchas cosas buenas. Entre ellas, en los últimos años tuvimos la posibilidad de hacerles juicio (a los responsables del terrorismo de Estado). Los que sobrevivimos de El Vesubio tuvimos la posibilidad de juzgarlos y conseguir que los represores, algunos murieron sin ser juzgados como Durand Sáenz, terminaran presos. Yo soy querellante en esos juicios, lo considero como un logro de la Democracia. Una vez en Democracia pude concretar el proyecto de vida que me habían cortado, volví a la facultad, me recibí y hace pocos años empecé a trabajar en una radio, casi 30 años me duró ese corte en mi proyecto de vida.
-¿Cómo ves la participación política actual de la juventud?
-Lo veo fantástico, que todas aquellas aspiraciones que alguna vez tuvimos, hoy tienen otra mirada pero tienen esa mirada de meterse, de participar, de gestionar un proyecto, de salir adelante. Me parece que es maravilloso que los jóvenes de hoy, desde otro lugar, quieran involucrarse y jugarse por lo que piensan. Y de poder actuar de otra manera también, cada uno desde su lugar, no como algo apartado. Lo bueno es que eso sea una conclusión de esta generación, que se tenga una mirada de la política como algo buen, no como pasó en los noventa con la antipolítica. Uno puede pensar distinto pero tiene que ser respetado, no tiene porqué ser despreciado.



La Barca Cubana, junio 2013.

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