miércoles, 10 de julio de 2013

La Iglesia y el Estado, una relación residual (publicado en revista junio 2013)

Por Mariano Aleksink

   La primicia que se dio el 13 de marzo de 2013 delimitó una nueva frontera en la Iglesia Católica, permitiendo que luego de siglos de monopolio electivo, por primera vez, la cabeza eclesiástica surgiera de las raíces mismas de la pobreza y la humildad en América Latina. La designación de Jorge Bergoglio como el sucesor de Benedicto XVI  se encuadra dentro de un movimiento radical por parte del Vaticano en pos de darle una nueva imagen a la Iglesia, más cercana a los pobres y los desposeídos pero sin olvidar aquellos dogmas y principios sociales que han caracterizado al catolicismo, principalmente en los siglos XX y XXI.
No es novedoso que el papa francisco haya causado un gran impacto en la clase media y media baja, modificando radicalmente la participación y divulgación de fieles a lo largo de toda la Argentina. Sin embargo, lo curioso en este punto es que éstas mismas masas populares que hoy en día reivindican su fe en el catolicismo, son las cuales adhieren día a día su fe al proyecto político kirchnerista.
   Es aquí donde, analizando ambas posturas, encontramos un antagonismo, principalmente al poner en tela de juicio los logros civiles alcanzados durante la última década. ¿De qué se trata principalmente esto? La legalización del matrimonio homosexual y la puesta cotidiana de cualquier aspecto que se le asemeje generaron dentro de la sociedad argentina un fuerte debate mediático y social que permitió que hasta el día de hoy, quizá con menos fuerza, se mantenga en la agenda cotidiana.
   A partir de este punto es que analizaremos al Papa como un actor político y no como uno religioso.
Durante los últimos años, uno de los grandes objetivos de la Iglesia ha sido mejorar su imagen en el mundo y así, poder retener adeptos, situación que se ha visto cuesta arriba con el auge de las Iglesias de tendencia evangelista. Considerando esto, si se considera a la Argentina como un actor de importancia en América Latina, y se tiene en cuenta que el 88% de los habitantes han sido bautizados en el seno de la Iglesia Católica, la duda recae en lo siguiente: si el papa Francisco logra una reorganización de la Iglesia argentina, forzando así una unión y un grupo de presión político de importancia,  ¿es posible que se pueda dar un retroceso en la estructura de logros en materia de derechos civiles anteriormente mencionados?
   Al corto plazo, solo parece que esta hipótesis queda alejada de cualquier realidad. Sin embargo este debate debe quedar presente para no olvidar que por más lejana que parezca una realidad, siempre hay una posibilidad latente de que lo imposible se vuelva posible. No obstante, no hay que olvidar que hay un hecho no que no ha sido analizado todavía y que podría definir con creces el resultado de esta incógnita.
   La relación Estado-Iglesia es un tema que se debería prestar con atención. Es sabido que durante la última década desde la cúpula oficialista se han promulgado políticas que van en contra de aquellos principios que ha defendido el catolicismo a largo del tiempo, como el ya mencionado ley de matrimonio homosexual. Sin embargo, desde marzo de este año, la relación lejana que se ha dado ha cambiado rotundamente. ¿El motivo de este cambio? No cabe duda que es un movimiento político por parte del oficialismo en pos de querer mantener cercana a todo la sociedad católica en un año electoral, por lo que podemos definir a esto como una estrategia meramente periférica, sin ningún tipo de profundidad ideológica. Aun así, queda en manos de ambos líderes políticos el hecho de saber manejar con astucia cualquier declaración y aparición pública que tenga que ver o involucre directamente a ambos líderes.



La Barca Cubana, junio 2013.

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